20 noviembre 2006

ARRIBISTAS, DESENCANTADOS Y MERITÓCRATAS

1. DESENCANTADOS

Después de acabar la guerra, su abuelo obtuvo permiso para rescatar vehículos del frente de Aragón, con los que reemprendió el servicio de autobuses con Barcelona. Luego, el estraperlo, los contactos (imprescindibles) con el régimen, la alcaldía del municipio y el crecimiento del patrimonio familiar. Su padre despidió al gerente y asumió la dirección. Murió Franco, llegó la constitución, los ayuntamientos rojos, el miedo a la municipalización. Pero, no: se respetó la propiedad y la ley se hizo al gusto de los concesionarios. Y aunque el sector parecía en declive, todo iba mejorando.

Su hijo tuvo una vida muy dura: colegio del Opus por rebelde y la única universidad pública que le aceptó. Trabajar los veranos en la empresa del padre (que si oficina, que si taller, que si almacén). Y por haber nacido heredero: estudiar un master en el extranjero, otro en ESADE, dirigir la empresa más pequeña de su padre desde los veinte y pocos. Poco a poco, ampliar responsabilidades. Y siempre sin poder elegir. Desde el principio estaba escrito: dirigiría la empresa, aunque no quisiera.

2. ARRIBISTAS

Al acabar la guerra, su abuelo continuó labrando el campo de otro. Luego se casó y tuvo varios hijo, aunque nadie recuerda muy bien cuantos, pues, algunos fallecieron. Su madre, desde joven, ayudaba en las tareas de la casa y del campo e incluso estuvo interna con una familia de la ciudad. Y, a los 16 años, su madre marchó con su tío a Barcelona y trabajó en una fábrica, en una tienda de lámparas, incluso aprendió a hablar catalán (a escribirlo era imposible: ni siquiera sabía leer en castellano).

Conoció a un andaluz y se casó. Vivieron realquilados hasta que alquilaron un pisito oscuro en una de las rampas del Carmelo. Su padre fue buscando el mejor trabajo: paleta, conductor de autobuses, taxista. Este pareció el definitivo. El nació en la residencia Francisco Franco. Un verano, dejaron a los dos niños en el pueblo y se mudaron a un piso de propiedad en un calle que no fue asfaltada hasta antes de las olimpiadas.

El era un buen estudiante y sacó con nota la EGB, el BUP y la selectividad. Escogió carrera (podía) y se matriculó en Turismo y al acabar hizo un curso de Màrqueting. Pronto encontró empleo de “mileurista” y tuvo que buscarse novia para comprarse un piso (que si lo compran más lejos no hubiera estado en Barcelona)

3. MERITÓCRATAS.

Ellos no lo podían saber, pero, se encontraban tan cerca: uno era el jefe del otro.

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