08 mayo 2007

MARAGALL Y EL CUENTO DEL LOBO

Existe una lejana simetría entre Maragall y “l’estatut” con el cuento del pastorcillo y el lobo: tantas veces hablaron del “Estatut” y del lobo que el día que llegaron nadie estuvo por ellos.

L’Estatut con el que soñaba Maragall y con el nos entusiasmo (a unos pocos) tenía que cerrar la brecha entre España y Cataluña, arrinconar para siempre al nacionalismo de “botiguer”, abrir un periodo neo-constituyente y federal, cerrar la transición y ser modelo para la paz en el País Vasco. Yo acababa de cumplir 40 años y creí que podría ser partícipe de un momento histórico y vivir mi última aventura de juventud.

Así que me apresté a defender ese proyecto con todo lo que tuviera a mano (la palabra y el portátil).

Pero, como en todo proceso revolucionario, los ideales de pureza se manchan al primer contacto con la realidad; y nuestro proyecto de nuevo estatuto de autonomía adolecía de un pecado original: era el arma con el que las izquierdas de Catalunya iban arrinconar al nacionalismo de ““botiguer”.

Si bien este era un objetivo justo, el arma no podía estar peor elegida: llegó el 30 de septiembre de 2005 y los “botiguers” obligaron al PSC y a Maragall a tragar con un Estatut que ni era federal, ni podría ser asumido por los cuatro gatos proto-federalistas del PSOE. Aquello ponía en un brete tanto a la izquierda española como a la catalana.

Para acabarlo de arreglar, en un alarde de infantilismo, ERC se niega a negociar con Zapatero y Mas pacta un estatuto cien pisos por debajo de lo que el PSC y Zapatero hubieran estado dispuestos a aprobar “sin pasarle el cepillo” tal y como se había comprometido: los “botiguers” no sólo no se iban, sino que estaban dispuestos a asumir el éxito.

Aquello no respondía al entusiasmo inicial: no iba a cambiar a España, no arrinconaba a los “botiguers”, no era federalista ni neo-constituyente, no cerraba la transición sino que la eternizaba y el proceso de paz de Euskadi no tenía donde mirarse más allá de Stormont.

Tras el referéndum, vino a nuestra agrupación Josep Zaragoza, el número 2 del PSC

El mismo día en el cual, en la asamblea de nuestra agrupación y con la presencia de Josep Zaragoza, defendí la necesidad que Maragall fuera el candidato del partido a la presidencia de la Generalitat, Pasqual anunció su renuncia.

No quería presentarse si el partido no se lo pedía. Pero, lo que más me sorprendía era su negativa a capitalizar el estatuto. No era el que todos queríamos, pero, era infinitamente mejor que el anterior, por más cepillado que estuviera.

Ahora sé por qué no quiso capitalizar el éxito: lo viejos revolucionarios no cambian nunca. Pasqual Maragall no había cambiado el mundo, ni siquiera el mundo político catalán; y él no está en política para mejorar la distribución competencial entre la administración general y la periférica de un estado.

Tiene razón Maragall cuando afirma que para este viaje no hacían falta alforjas. Es cierto que es, en parte, la postura de ERC (la de hoy, no la del referéndum). Pero, en ERC no saben que su nacionalismo es tan “botiguer” como el otro y que eran la otra víctima que pretendía cobrarse Maragall: acabar con los nacionalismos en Madrid y en Barcelona.

El mismo resultado podríamos haberlo obtenido de infinitos modos, pero, sólo uno podía intentar cambiar el mundo. No podemos culparnos ni lamentarnos por haberlo intentado. No debemos reclamarnos garantes de ninguna verdad “federal” imperecedera, porque eso (y solo eso) es lo que hacen nuestros rivales, y lo querrían vernos hacer. Negociar y consensuar tiene esto: no siempre te llevas el gato al agua, a veces solo se moja las patitas.

No hay comentarios: